ESCRITO POR:
ROSA NATALÍ LLIQUE RAMÍREZ
Bachillera en Derecho de la PUCP
El autor nos pretende mostrar, de manera breve, como a través de algunos sujetos y discursos, la migración del campo hacia la ciudad es un hecho incisivo y trascendente en la historia moderna del área andina, tal es así que la población en la ciudad se casi duplicó, pasando de 35.4% al 69.5%.
Es así que el fenómeno de la migración logro cambiar la identidad de la ciudad de forma sustancial, así como generó que la relación de pertenencia de los citadinos con la ciudad entrara en crisis, lo cual los convirtió, a muchos de ellos, en visitantes precarios de una ciudad que fue suya y que está dejando de serlo.
Esto se puede ver ejemplificado por la obra “La tía Julia y el escribidor”, de Mario Vargas Llosa, que el autor trae a colación, en la cual los ambulantes y el bullicio de ellos hacen sentir al protagonista como un extranjero, pues alrededor de la Biblioteca Nacional encontraba grandes muestras de lo que había ocasionado la migración. Así, la cultura letrada – es decir, la Biblioteca – aparece agresivamente rodeada por la cultura oral – los ambulantes y el bullicio.
La masa que habría invadido a la avenida Abancay – en la obra antes citada – estaría casi íntegramente formada por inmigrantes serranos, los cuales no han perdido su identidad: lengua, vestido, comida; pero que, por encontrarse en la ciudad, no podían dejar de actuar de acuerdo con los condicionamientos que ésta imponía sobre ellos.
Sin embargo, más allá de ello, el autor nos invita a tomar en cuenta que existe una retórica de la migración que pone énfasis en los sentimientos de desgarramiento y de nostalgia y que normalmente comprende el punto de llegada – la ciudad- como un espacio hostil; a la vez que sitúa en el origen campesino una positividad casi sin fisuras, con frecuencia vinculada a una naturaleza que es señal de plenitud y signo de identidades primordiales.
Así, esta retórica puede existir en forma de literatura, poemas, canciones, etc. dentro de algunos de los cuales podremos encontrar un temple nostálgico en el cual la migración es más una muestra individual que una decisión colectiva, siendo que la añoranza es asumida como perspectiva posible de un sentido que también puede ser triunfalista.
De la misma forma, según el autor, pese a todas las penurias imaginables cabe extraer de la inexperiencia de los migrantes una historia de logros, de orden y concierto, de poblaciones que construyen sus viviendas y sus vidas; o si se quiere llamar con otro nombre, “una versión de los vencedores”.
La gran ola migrante logró metas fundamentales y transformó radicalmente el orden de una ciudad que nunca más repetirá su hechiza heráldica virreinal, por ello, para el autor es muy importante evitar la perspectiva que hace del migrante un subalterno sin remedio, siempre frustrado, repelido y humillado, inmerso en un mundo hostil que no corresponde ni lo comprende, y de su discurso no más que de un largo lamento del desarraigo; así como, es importante no caer en estereotipos puramente celebratorios, pues no todo es una historia de éxito, porque también existen migrantes instalados en el nicho de la pobreza absoluta, donde opera la nostalgia sin remedio. Sin embargo, no debe olvidarse que incluso los migrantes que han triunfado pueden tener añoranza y nostalgia hacia el lugar del cual han sido desarraigados, pues nostalgia y triunfo no son términos contradictorios en el discurso del migrante.
Ahora bien, según el autor, el migrante tiende a repetir en la ciudad modos de producción y de relaciones sociales que difícilmente se incorporan a las normas del capitalismo moderno; pues, la experiencia de origen, previa al viaje a la ciudad, los condiciona fuertemente en el modo de inserción urbana del migrante y dota a su aventura personal de una coherencia colectiva. Es así que la conciencia del migrante está más atenta a la fijación de sus experiencias distintas y encontradas que a la formulación de una síntesis globalizadora.
Por ello, el autor pretende construir un espacio donde cualquier sentido pueda solaparse y refundirse en el extremo que aparentemente se le opone como también estratificar como instancias separadas las diversas vivencias que forman su fluido itinerario a través de distintos tiempo y espacios pues, para el autor, no hay mejor discursos sobre la identidad que el que se enraíza en la incesante transformación.
El autor menciona como hipótesis primaria que el discurso migrante es radicalmente descentrado en cuanto se construye alrededor de ejes varios y asimétricos, incompatibles y contradictorios de un modo no dialéctico. Así, el desplazamiento migratorio duplica el territorio del sujeto y le ofrece, o lo condena, a hablar desde más de un lugar. Es un discurso doble o múltiplemente situado.
Así, lo que al autor le interesa poner de relieve la actuación de un sujeto que maneja una pluralidad de códigos que pese a ingresar en un solo rumbo discursivo no sólo no se confunden sino que preservan en buena parte su propia autonomía. El narrador – personaje habla sin duda desde dos espacios, lo cual puede ser ejemplificado desde la figura del cómico ambulante.
Este último dramatiza en y con su lenguaje la condición de migrante y habla con espontaneidad desde varios lugares, que son los espacios de sus distintas experiencias, autorizando cada segmento del discurso en un locus diverso, incluyendo la transformación de la identidad del sujeto, locus que le confiere un sentido de pertenencia y legitimidad y que le permite actuar como emisor fragmentado de un discurso disperso.
Por ello, considero, personalmente, que las voces de los migrantes pueden ser diversas conforme a sus múltiples experiencias y memorias, tanto sobre su vida antes de migrar, como de su vida después de ello y las dificultades que han pasado para lograr llegar a donde están, o para mantenerse por encima de la pobreza, inclusive. En ese sentido, es importante la mirada que se pretenda hacer sobre el migrante – y la voz que se le pretenda otorgar -, que, como vimos, no debe ser únicamente como un subalterno sin posibilidad de agencia, sino que, también, se lo debe mirar como seres con posibilidad de acción dentro de su contexto social – véase el de la migración- y a través de las múltiples formas de enunciación desde las cuales pretendan hacerlo; como por ejemplo, la de los cómicos ambulantes.
Finalmente, considero que debe tenerse en cuenta, que el fenómeno de la migración no ocasionó solamente un cambio en las cifras, sino, un gran número de procesos sociales de adaptación no sólo de los migrantes a su nuevo lugar – la ciudad– sino también de los citadinos a sus nuevos vecinos – los migrantes -, los cuales deben ser valorados y tomados en cuenta a partir de las voces que tienen cada uno de ellos para contar su propia historia, no sólo de superación, sino también de desarraigo y de nostalgia – ya sea por el anhelo de volver a su lugar de procedencia, en el caso de los migrantes, o por ver a su cuidad como era antes, en el caso de los citadinos.
Fuente de la imagen: https://elmontonero.pe/columnas/el-peru-que-no-comprende-el-politologo