ANDREA PASCO MORENO
Coordinadora de Cine y Otras Expresiones (sección Cultural) y de la sección Testimonios.
Las fiestas de Halloween han pasado, pero para los amantes del horror nunca acaban los buenos momentos para leer algunas historias perturbadoras, siempre que se pueda retomar el sueño claro. Por ello, hablaremos en esta ocasión de la obra de uno de los autores de mangas de horror más conocidos, Junji Ito.
Junji Ito es un mangaka especializado en el body horror, muchos de sus personajes principales, además de la exponencial belleza que intencionalmente les atribuye, sufren de metamorfosis grotescas y lentas, hasta terminar usualmente en la inevitable muerte. También, el autor no solo hace uso sabio de las fobias – entomofobia, claustrofobia, tripofobia, entre otros –, sino que ha llegado a construir historias de miedo sobre objetos que en la realidad no suelen tener dicha connotación – gatos, espirales, el acné, etc. Asimismo, como si se tratara de maldiciones, fuerzas del mal o fenómenos inexplicables, los personajes son víctimas de los infortunios de las historias sin comprender que es exactamente lo que sucede y, no tiene piedad ni con sus propios protagonistas. Por ello, el autor no solo hace uso de un miedo visual sobre el cuerpo de las víctimas, pues casi siempre su guión tiene la pretensión de no explicar de manera racional los sucesos extraños descrito, los cuales son aún más siniestros cuando tienden a la aniquilación de seres humanos o un escenario apocalíptico – un miedo a no saber el porqué de su autodestrucción -. Así, una de estas historias que comentaremos es Amigara Dansō no Kai o “el enigma de la Falla de Amigara”.
La historia del enigma de la Falla de Amigara comienza con un gran terremoto en una prefectura de Japón, donde al término de esta se descubre una falla cerca al epicentro, en la ladera norte del llamado Monte Amigara. Aquí, nuestros protagonistas Owaki y Yoshida llegan al igual que un buen grupo de personas luego de que se trasmitiese por televisión que en la falla se encontraban agujeros en forma humana. Los investigadores no encuentran explicación de estos extraños agujeros, no saben cuál es la profundidad de los mismos ni con que tecnología ha sido posible cavar estas formas tan exactas en roca sólida; pero están seguros que se realizaron hace miles de años y que no se formaron de manera natural. Ante todos estos cuestionamientos, resalta la pregunta ¿Qué propósito cumplían?

De repente, Yoshida comienza a buscar con la mirada entre los agujeros, a lo que Owaki le pregunta que ocurre y, ella le explica que la razón de llegar a Amigara, además del extraño sentimiento que le atraía al lugar – al igual que muchas personas -, había llegado a observar en la televisión lo que ella consideraba su silueta perfecta. Owaki parece escéptico, pero otro hombre que los había escuchado se les acerca y menciona que también había llegado a la falla por el agujero con su silueta perfecta. De hecho, el hombre ya había encontrado dicho agujero y les muestra refiriendo que él encaja perfectamente en este. Ante el aún más escéptico Owaki, el hombre procede a desvestirse e ingresar al agujero, observándose como se desliza lentamente dentro del mismo y desaparecer en la oscuridad. Los protagonistas y otras personas se asustan ante tal hecho, mientras que los investigadores tratan de encontrar al hombre mediante una cámara que no se pudo extenderse más allá de los 30 metros. Por lo que, llaman a equipo de emergencias, siendo imposible para los rescatistas ingresar al agujero, ya que la silueta había sido hecha para el ingreso de una persona en específico.

Sin ánimo de adelantar la historia – spoiler -, teniendo en cuenta como “comienza a funcionar” el tema del agujero con silueta, es importante mencionar una escena en el que Owaki sueña su segunda pesadilla para entender mejor este “mecanismo” de castigo. En este caso, Owaki sueña en una época remota, no sabe que tiempo, pero donde era un hombre que había cometido un horrible crimen e iba a ser castigado. En el sueño observa muchos agujeros con forma humana, que de acuerdo a Owaki, fue donde se castigaron a los criminales anteriores a él y que, las personas del pasado cavaban agujeros en la forma humana del sentenciado cuando este cometía un crimen de gran magnitud. Así, una vez dentro del agujero, Owaki explica que las paredes eran lisas, por lo que no podía retroceder, sino continuar hacia adelante mientras resbalaba y se adentraba más a la profundidad del agujero. Con el tiempo, se da cuenta que la forma del agujero cambia poco a poco y con ello, deformando también el cuerpo de la persona dentro a medida que avanzaba.

Ahora bien, los agujeros son el mecanismo que usaban antiguamente para castigar criminales que habían realizado un acto criminal horrible, entendiendo que ello era altamente aborrecible para las sociedades de dichos tiempos. En ese sentido, ante el mal que habían realizado dichas personas, se les aplicaba un mal que podríamos calificar como de una gran gravedad, pero ¿Bajo qué fundamentos se puede sostener la aplicación de una sanción así? Para comprender la legitimación de una pena como la descrita se puede aludir a las teorías absolutas de la Pena. Cabe mencionar que, a diferencia de las teorías relativas que actualmente tienen mayor acogida en la teoría de la sanción penal, las teorías absolutas se desvinculan de los efectos sociales, ya que estas no legitimaban ni explicaban su aplicación, más allá de si efectivamente tuvieran efectos en la sociedad (Meini, 2013, p. 145). En ese sentido, antiguamente el merecimiento de una pena no se arraigaba en la finalidad, sino en estricto a la expiación o retribución del sujeto al daño provocado. Entre estas teorías, se construyó la teoría de la retribución, donde la duración e intensidad de una pena justa debía corresponderse con la gravedad del delito (Roxin, 1997, p. 82). Dicha correspondencia llegó a compararse con la Ley de Talión, donde el castigo coincidía con el crimen.

Sin embargo, habría que declinarse de la teoría de la retribución con respecto a la Falla de Amigara, puesto que otra cualidad del castigo de los agujeros es que puede imponerse a personas que viven miles de años después. ¿Se trata de alguna casualidad como lo toma en un primer momento Owaki? Pues no y lo explico. Todas las personas que ingresan a los agujeros expresan dos cosas: son SUS agujeros realizados a sus medidas y; se sintieron llamados, atraídos, hipnotizados a ingresar aun sintiendo temor y rechazo a hacerlo – contra su voluntad -. Ello se retrata de manera más visible en el caso de Yoshida, quien a lo largo de la historia manifiesta que se siente forzada a ingresar a un agujero que ha sido perfectamente tallado a su cuerpo. No se trata de una casualidad, puesto que de acuerdo a las pesadillas de Owaki, los agujeros fueron realizados para criminales y en la actualidad, personas con el mismo cuerpo que dichos criminales se ven obligadas – nuevamente acaso – a ingresar y sufrir la destrucción lenta de su cuerpo – luego de resurgir en una nueva vida, siguen siendo objeto de males -.
En contraste, la teoría de la retribución, aún bajo la Ley de Talión, se fundamenta la aplicación de la pena en la proporcionalidad de la ofensa causada, delimitándose hasta cierto punto el ius puniendi y, desde un trasfondo político criminal, permite controlar posibles “manifestaciones espontáneas de venganza de las víctimas o de las personas afectadas con el delito” (Meini, 2013, p. 147). En esa línea, la pena, como la que se expresa en la historia de la Falla de Amigara, rompe con todo principio delimitador de la sanción penal, ya sea bajo las teorías tradicionales o contemporáneas – además de ser difícil, por no hablar de imposible, el hablar del respeto de los Derechos Humanos como umbral de la pena. Por lo que, el castigo en la historia se acoge más a la lógica del Derecho Penal de Autor, donde si bien un hecho o comportamiento criminalizado puede ser materialmente causado por el sujeto, la atribución de responsabilidad penal recae en características o personalidad del mismo. Así, tal es la magnitud del castigo que trasciende a generaciones y años para llegar a sujetos con el mismo cuerpo y, quienes Junji Ito deja entrever que se tratarían también de las mismas personas sentenciadas.

Spoiler…
Solo para confirmar este último punto, casi al finalizar la historia, Owaki llega a encontrar el agujero que copiaba perfectamente su figura. Luego de perder a Yoshida, el joven decae con su linterna al suelo, permitiendo que esta le muestre el mismo agujero por el que ingreso el criminal de la segunda pesadilla y quien, coincidentemente se observó como el mismo Owaki con barba y taparrabos milenios atrás. De pronto, se nota como Owaki entra en un hipnotismo y se desviste para ingresar a su agujero.
Pero, exactamente, ¿Qué les hacía el agujero? Mencionamos la naturaleza que tienen los escritos y dibujos en los trabajos de Junji ito, pues este no es la excepción. Una vez dentro, los cuerpos se “moldean”, se deforma el cuerpo hasta quitarle cualquier aspecto humano.

Meses después del descubrimiento de la Falla de Amigara, al otro lado de la misma montaña también se encontró otra falla con agujeros – ¿de salida? – pero estos no tenían formas humanas. Uno de los investigadores extrañado se acerca a ver uno de los agujeros a revisar, cuando de repente comienza gritar aterrorizado mencionando que “algo” lentamente avanza hacia donde se encuentran ellos y que tiene la misma forma que los agujeros…
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BIBLIOGRAFÍA
Roxin, C. (1997). Derecho Penal. Parte General. Tomo I. Editorial Civitas, S.A.
Meini Mendez, I. (2013). La pena: función y presupuestos. Derecho PUCP, (71), 141-167. https://doi.org/10.18800/derechopucp.201302.006
Imagen destacada y acceso al manga traducido al español por SPIFF: http://revistakokoro.com/enigmajunji.html